La Francmasonería, institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva, tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad; trabaja por la mejora material y moral, el perfeccionamiento intelectual y social de la Humanidad.
Tiene por principios la tolerancia mutua, el respeto a los demás y a uno mismo, la libertad absoluta de conciencia.
Considerando las concepciones metafísicas del dominio exclusivo de la apreciación individual de sus miembros, rehúsa toda afirmación dogmática.
Otorga una importancia fundamental a la Laicidad.
Tiene por divisa: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
La reseña histórica contenida en esta página muestra que la Francmasonería es una esfera de influencia heterogénea, que ha servido en casi tres siglos como soporte (o revelador) de numerosos enfoques. El Gran Oriente de Francia basa su legitimidad y su regularidad en parámetros simples, como la antigüedad, la representatividad o la aceptación de nuevos miembros según métodos tradicionales probados.
Todas las épocas han generado grupos a la vez distantes y presentes en el mundo, cuyos rasgos identificativos son la búsqueda del conocimiento y el uso de prácticas rituales. La Francmasonería y el Gran Oriente de Francia prolongan esta tendencia. La Francmasonería es sobre todo una Escuela de la Libertad. Para asumir esta misión, el Gran Oriente de Francia no se fija ningún límite. Su identidad está definida por rasgos tales como la importancia asignada al amor fraternal, la complementariedad entre las reflexiones simbolistas y sociales, la pluralidad de ritos en su seno y la libertad de la que gozan los Hermanos y las Hermanas en su trabajo en común. Muchos enfoques permiten definir la Francmasonería como una transposición, en el ámbito especulativo, del trabajo de los constructores. Desde esta perspectiva, el trabajo sigue siendo un valor central para la institución. También podríamos considerar que los francmasones siguen construyendo templos, tanto interiores ( a partir del famoso conócete a ti mismo…) como exteriores, para la humanidad en su conjunto. Debemos también tener en cuenta tres elementos constitutivos para definir la Francmasonería que, según proporciones variables, es una sociedad a la vez fraternal, iniciática y humanista.
La Francmasonería es, en primer lugar y sobre todo, una Fraternidad, ya que sus miembros, Hermanos y Hermanas, forman una familia elegida, solidaria e igualitaria. Esta característica, que data del comienzo de su historia, hace que los miembros de esta vieja cofradía sientan la necesidad de reunirse en seguridad con respecto a las agitaciones del mundo y en autenticidad con respecto a sus supuestas imperfecciones (los metales). Esto implica una visión positiva del ser humano, a priori bueno y capaz de perfección, y acarrea numerosas consecuencias morales que se manifiestan de mil maneras en la Francmasonería.
Es asimismo un grupo iniciático porque propone, tras un paso que simboliza un cambio de estado (del profano al masónico), un método de trabajo y una búsqueda filosófica, vividos en una disciplina de grupo libremente consentida. Todos estos procesos están destinados a ayudar, por un juego de analogías y de interpretaciones personales, a descifrar el mundo y a buscar el sentido de la existencia. Esta función es otro de los componentes esenciales de su identidad.
Por último, la Francmasonería es una instancia humanista, un lugar de resonancia social y de reflexión, un asunto histórico, involucrado. La institución, y más frecuentemente los francmasones como individuos, están presentes y trabajan para la comunidad. Esto les conduce a mejorar tanto al Hombre como a la Sociedad, a extender los lazos de la fraternidad masónica por todo el planeta, a traducir en términos de luchas ideológicas la exigencia humanista, por la Libertad, la Paz y la Justicia. El Gran Oriente de Francia considera que la iniciación es sobre todo una liberación, no una revelación. Su compromiso se orienta a la emancipación de las conciencias, y no a la eventual salvación de las almas. Su concepción es un equilibrio entre el enfoque iniciático íntimo y el compromiso ciudadano.
Desde la antigüedad, diversas corrientes filosóficas han favorecido en ciertas ocasiones la existencia de escuelas, grupos y afiliaciones basados en ritos y en la transmisión gradual del conocimiento. Muchas de estas escuelas han promovido la igualdad entre sus miembros y han creado espacios de libre reflexión con respecto al mundo circundante.
A lo largo del período medieval, ciertas tendencias del cristianismo, tanto en el mundo monástico como a través del resurgimiento cíclico de corrientes “heréticas”, dan cuenta de la permanencia de temas y de búsquedas. Son sus rasgos más frecuentes: el deseo evangélico de justicia social y de igualdad, la afirmación de la primacía del amor y el rechazo de la violencia, la perpetuación de ciertas reglas de grupos y una búsqueda del conocimiento –incluyendo la racionalidad y la reivindicación del libre albedrío.
La Francmasonería, de manera más o menos consciente, va a asumir esta herencia y a amalgamarla con el humanismo del Renacimiento y con las importantes corrientes filosóficas de los siglos XVII y XVIII. En estas transmisiones capilares y esta elaboración, también incorporará elementos extraídos del imaginario caballeresco, tal como perduraban en Francia al final del Antiguo Régimen.
Sin embargo, son las empresas de constructores de la Edad Media las que han servido como marco y modelo a la Francmasonería. Estas estructuras medievales perpetúan así una cultura milenaria de la piedra que se manifiesta en la manera de organizar y de transmitir el Oficio, en la importancia asignada a la solidaridad interna, en los signos y ceremonias específicas de admisión y de reconocimiento.
La Francmasonería Especulativa conserva y adapta una parte de las antiguas costumbres corporativas, como algunos elementos de vestimenta, de representaciones emblemáticas, de términos de vocabulario y ciertas formas rituales. Durante el siglo XVII, en Inglaterra y Escocia, se crean unas nuevas asociaciones con objetivos ecuménicos y basadas en el respeto a la diversidad de creencias cristianas. Comúnmente, el paso de la masonería operativa a la especulativa se ha atribuído a un aumento progresivo de la cantidad de obreros no-manuales que eran “aceptados” en el seno de las logias.
Uno de estos procesos, hace prevalecer la fórmula inglesa que se impuso a comienzos del siglo XVIII y que separa completamente las nuevas logias de sus antecedentes operativos, cuya referencia ya no sirve más que como instrumento de legitimidad histórica. La reunión de cuatro logias londinenses en 1717, que crean la primera obediencia, y la publicación de las Constituciones de Anderson en 1723, constituyen los actos fundadores de la Francmasonería.
Tras la muerte de Franco se sucedieron los intentos por reconstruir la masonería, prohibida desde 1937. Los contactos realizados con los antiguos francmasones republicanos dieron un resultado negativo. El 90%, desengañados, se desentendieron de la organización en la que habían sido iniciados en su lejana juventud.
A finales de 1976 se dieron los primeros pasos para legalizar el Gran Oriente de España, a pesar de la reticencias del entonces Ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, quien denegó en varias ocasiones la constitución de Grandes Logias. El gran maestre del Gran Oriente Español era Antonio de Villar Massó.
El panorama masónico español actual ofrece la presencia de Logias y Obediencias muy diversas, en función de su tendencia liberal o conservadora, así como de su adscripción nacional o internacional. El Gran Oriente de Francia (GODF) es hoy uno de los principales exponentes de la masonería adogmática en España.