Fiel a las exigencias de Libertad, Igualdad y Fraternidad que lo fundamentan, el Gran Oriente de Francia tiene como principio esencial la libertad absoluta de conciencia; el artículo 1º de su Constitución enuncia que “concede una importancia fundamental a la laicidad”.
Frente a la crisis de sistema que atravesamos, en la que la globalización y sus efectos deletéreos en nuestra sociedad afectan primeramente a los más débiles, la laicidad sigue siendo el principio emancipador que permite perennizar los valores de la democracia.
Desde hace algunas décadas, el neoliberalismo ha obligado al Estado a transferir al sector privado algunas de sus misiones de interés general, acentuando así desigualdades y precariedades y favoreciendo el despertar de los integrismos y fundamentalismos religiosos, que están pesando cada vez más en nuestra sociedad civil , a la que intentan imponer sus propias normas.
Frente a estos fundamentalismos e integrismos, gran parte de la clase política agacha la cabeza, debilitándose y desnaturalizándose de este modo el concepto mismo de laicidad por las interpretaciones que le dan: algunas pretenden prohibir toda expresión de convicciones religiosas en el espacio público; otras se lamentan por su dilución en un multiculturalismo acomodaticio que solo puede conducir a derechos específicos. Únicamente la laicidad asegura el derecho a la diferencia sin diferencia de derechos.
La escuela pública laica, debilitada y empobrecida, no cesa de ceder terreno a los establecimientos privados confesionales, siendo aquélla el crisol en el que se forja la noción de ciudadanía; la ley civil, garante de las libertades de todos, es cuestionada en nombre de creencias que le oponen sus propias normas; los servicios sociales, cuyas mallas se zafan a medida que el Estado se empobrece y no asume sus compromisos como tal Estado, son reemplazadas por la caridad compasiva de iglesias y comunidades religiosas.
El mismo marco jurídico de nuestra sociedad es contradictorio: ¿cómo justificamos la sempiterna vigencia de un régimen concordatario? Suma y sigue.
Es así que presentamos diez propuestas para que haya laicidad:
-
Instauración de una Jornada de la laicidad el 9 de diciembre, aniversario de la ley francesa de separación entre las iglesias (religiones) y el Estado.
-
Llamada al respeto de la estricta neutralidad laica de los representantes políticos elegidos por la ciudadanía.
-
Auditoría del conjunto de financiaciones públicas destinadas a los diversos cultos religiosos, para evitar la subvención de actividades cultuales camufladas como actividades culturales.
-
Progresiva separación entre las iglesias (religiones) y el Estado.
-
Reconocimiento del derecho a morir dignamente, según los deseos expresados por la persona afectada y no según los designios de la religión que sea.
-
Cese de la subvención a los centros de enseñanza privados religiosos y creación de establecimientos escolares públicos, en zonas donde no los haya y donde el número de alumnos justifique su necesidad.
-
Puesta en marcha de un módulo de enseñanza de la laicidad en todos los sistemas formativos que preparan para cualquier desempeño de la función pública (docentes y personal educativo de todos los niveles, funcionariado nacional, territorial y hospitalario).
-
Puesta en marcha de una carta de laicidad en los establecimientos de enseñanza superior.
-
Respeto de la neutralidad religiosa, política y filosófica por los acompañantes de los alumnos durante las salidas programadas en horario escolar.
-
Respeto de la carta olímpica en las competiciones deportivas: principios de no discriminación e igualdad hombres-mujeres, y prohibición de toda demostración o propaganda política, religiosa o racial.